Cuando empezamos un nuevo año, todos tenemos un montón de propósitos, objetivos, cambios que de manera obsesiva se van repitiendo: dejar de fumar, desintoxicarnos, perder peso, ir al gimnasio, practicar algún deporte, cambiar hábitos insanos, etc.
El mundo virtual se impone y las redes sociales se han incorporado sigilosamente en nuestro día a día hasta convertirse en una herramienta indispensable, pero de doble filo.
Durante el periodo estival se produce el anhelado abandono de muchas de las actividades que mantenemos durante todo el año. Aparece la necesidad casi imperiosa de desconexión sin saber exactamente de qué, la urgencia de cargar pilas, la paradójica exigencia de cumplir con una inagotable agenda de actividades y planes como si el “dolce far niente” fuera tabú en nuestra sociedad de consumo.
Durante el embarazo y las semanas posteriores al parto, etapa conocida como puerperio, se produce en la mujer un cúmulo de cambios físicos, psicológicos y sociales muy importantes, que pueden ocasionarle una mayor vulnerabilidad, haciendo más probable la aparición de trastornos psíquicos como la depresión.